En la coyuntura económica de 2025, ciudadanos, empresas y gobiernos se enfrentan a la disyuntiva de dedicar recursos a la amortización de pasivos o canalizarlos hacia proyectos de futuro.
España cerró 2024 con una deuda pública del 101,8% del PIB, continuando en 2025 una trayectoria gradual a la baja gracias al aumento nominal del PIB y a un ligero superávit primario.
Por su parte, la deuda externa bruta alcanzó el 161,8% del PIB en el segundo trimestre de 2025, apenas por debajo del trimestre previo. A nivel europeo, el BCE y la FED persiguen reducir sus balances hasta el 40% y 20% del PIB respectivamente.
El perfil de vencimientos del Tesoro está bien distribuido sin picos concentrados y con un bajo riesgo de refinanciación inmediata. No obstante, proyecciones de AIReF apuntan a que, si no hay cambios de calado, la ratio podría repuntar a un 108,9% hacia 2041.
La elevada inflación y los tipos de interés históricamente altos han impulsado a los ahorradores españoles hacia activos de bajo riesgo, principalmente depósitos bancarios y letras del Tesoro.
Solo el 31% de los inversores planifica a largo plazo, un porcentaje en retroceso que dificulta financiar proyectos de I+D y expansiones industriales. En cambio, las operaciones a corto y medio plazo ganan protagonismo.
El servicio de la deuda se torna cada vez más gravoso: se estima que el gasto en intereses añadirá unos 16,8 puntos porcentuales a la ratio deuda/PIB en los próximos años.
A pesar de las recientes subidas, se prevé que los tipos a largo plazo cedan hacia un rango del 3–3,25% entre 2025 y 2026. Sin embargo, cualquier frenazo en el crecimiento nominal podría dar al traste con la reducción continua de pasivos.
Antes de decidir, conviene comparar los pros y contras de cada opción para adoptar la estrategia más ventajosa:
Cada apuesta —amortizar o invertir— depende de variables clave:
Ciclo económico: Un entorno de tipos altos favorece la amortización anticipada, mientras que su moderación puede abrir ventanas de inversión.
Perfil del inversor: Los agentes institucionales, más conservadores, optan por seguridad, frente a minorías dispuestas al riesgo.
Horizonte temporal: Los proyectos de largo plazo requieren planes de financiación diversificados, mientras que el corto plazo satisface necesidades inmediatas.
Política fiscal: Un país con credibilidad crediticia puede afrontar deuda mayor para inversiones estratégicas sin penalización en mercados.
España experimenta en 2025 un impulso sin precedentes gracias a fondos Next Generation EU y a una capacidad de financiación del 4,2% del PIB.
El déficit público se redujo desde el 9,9% en 2020 hasta el 3,2% en 2024, facilitando la contención de la deuda.
¿Cuándo priorizar el pago de deudas?
¿Cuándo optar por invertir?
En definitiva, la decisión de priorizar deudas o inversiones debe basarse en una evaluación cuidadosa del contexto económico, el coste del dinero, las oportunidades de mercado y el perfil del inversor. Solo así se logrará un equilibrio sostenible entre reducir pasivos y estimular el crecimiento.
Referencias